domingo, 3 de marzo de 2013

Y tú, ¿eres libre?


El ser humano no nace libre, sino que se va haciendo libre conforme va madurando, gracias a la intervención de la educación que nos aportan nuestros padres y educadores. Ellos nos enseñan a ser libres, imponiendo unos límites a nuestra libertad determinados por ellos mismos; estos límites serán las barreras que se impondrán a nuestra libertad. La libertad no es un “todo vale”, no podemos permitirlo todo, sin prohibir nunca nada. Eso no sería libertad, en todo caso sería un “actuar por instinto”, como los animales.
La libertad también se limita por normas religiosas y éticas que permiten construir y sostener una sociedad según las reglas. Se limita la libertad siempre que las actuaciones  sean  perjudiciales para el prójimo, todo vale siempre y cuando no pongas en peligro la integridad de otros, de ahí la frase: “Mi libertad termina donde empieza la de los demás”.
Bajo mi punto de vista, la sociedad en sí controla nuestra libertad;
las autoridades –bien sean nuestros padres, profesores, adultos o altos cargos-  tienen la ardua tarea de decidir qué actuaciones hacen daño y cuales no, es decir, somos libres siempre que una autoridad no nos lo prohíba.
Cuando el individuo en sí no es capaz de decidir por sí mismo los límites de su libertad, porque no dispone de medios intelectuales (como en el caso de un niño pequeño) o morales (en el caso de un preso), su libertad está totalmente dirigida por las autoridades que se encargan de él, en estos casos sus padres o la justicia.
 Sin embargo, este manejo es necesario para poder vivir en una sociedad tan compleja como es la actual. Si no hubiera normas morales ni leyes… ¿quién pondría los límites? ¿quién nos enseñaría a ponerlos? Sería un descontrol que cada cual decidiera cuáles son sus límites, que cada cual hiciera lo que su libertad le otorgase derecho a hacer. Los seres humanos debemos tener libertad, como seres racionales que somos, pero siempre bajo un marco fundamental que debemos seguir todos, el de hacer lo que queramos siempre que no causemos daño a otro individuo, o suponiendo que no hubiese más remedio, en el caso en el que causáramos daño al menor número de personas posible.

Cuando alguien no cumple este marco fundamental, es decir, desobedece la ley, debe ser castigado, suprimiendo parcial o totalmente su libertad, acto que me parece razonable, debido a que como he dicho anteriormente, para vivir en una sociedad estable se deben tomar una serie de medidas para asegurar dicha estabilidad.

Si queremos ser libres y vivir en sociedad, debemos hablar de una “libertad relativa”, la cual la propia sociedad ha ido creando a su capricho, para asegurar una estabilidad que nos beneficia a todos.

Somos libres, sí, pero siempre con cabeza.

*Esta entrada expresa nuestra opinión sobre un tema, no adquiere  un valor denotativo.

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